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Puntuación según Nicolás Francis

Nicolás Francis

Si alguna vez te preguntaste cómo se vería la lógica del inconsciente proyectada en la pantalla, Lost Highway (o “Carretera perdida”) de David Lynch es la respuesta perfecta. Esta película, estrenada en 1997, te sumerge en un laberinto onírico donde la realidad se retuerce y se funde con la fantasía, al mejor estilo de un sueño inquietante del que no podés escapar. Lynch juega con la ambigüedad y los miedos más profundos, creando un ambiente asfixiante que te deja esa sensación de “no entender pero sentir” que tan bien define su cine.

Una de las claves para descifrar —o al menos intentar— este relato, es pensar la trama como si fuera un análisis de sueños freudiano: los personajes se transforman, las identidades se mezclan y la línea temporal se quiebra. Es como si Lynch nos gritara: “¡Acá nada es literal, che!”. Y en ese delirio, la participación de Marilyn Manson (con un cameo breve pero súper potente) y los temas de Rammstein metidos en la banda sonora le aportan a la peli un tono oscuro y metalero que realza aún más lo siniestro.

En cuanto al reparto, Bill Pullman se luce con un rol que va de lo mundano a lo aterrador, pasando por estados de confusión y paranoia extrema. Su interpretación de Fred Madison es un ejemplo de cómo encarnar a un tipo común arrastrado por una pesadilla que no puede controlar. Además, la fotografía y la música —inquietante, al hueso— te mantienen todo el tiempo en vilo, sin saber qué es real y qué está al borde de la demencia.

Lost Highway no es para cualquiera: te exige estar atento y dispuesto a entrar en su juego. Pero si te animás a dejarte llevar por la atmósfera lyncheana, vas a encontrarte con una obra maestra del cine onírico que sigue fascinando a fanáticos y cinéfilos..

"Lost Highway": un viaje perturbador al corazón de nuestros sueños